El retrato de una era postindustrial, un espejo de nuestro tiempo: un mundo procesado, instantáneo, funcional e individualista. Revela una época contradictoria donde el progreso y la destrucción parecen ser parte de nuestra condición moderna.
La espontaneidad y el calor de nuestros tiempos construyen ideas para una sociedad utilitaria, con productos que son metidos a un gran horno para su rápido consumo y en bienestar de nuestras vidas, acción que paradójicamente acorta el tiempo que tenemos y el tiempo natural del mundo.
Acamonchi nos presenta el entorno adventicio del street art, testigo de todas estas ironías modernas: lo tragicómico de nuestro narcisismo y lo vulnerable que hemos sido ante el fuego de nuestro propio horno.
Sin romantizar la idea de que el arte salvaría una sociedad materialista, las obras atestiguan el desgaste, y recopilan elementos de la cultura del desuso, lenguaje computacional, cultura industrial, caos publicitario, anuncios y señalamientos. Todo esto incorporado a texturas y a la esencia del graffiti, con imágenes fantasmales de lo que un día fue y hoy sólo quedan ecos con configuraciones poéticas de caos.
La actividad catártica de esta exhibición puede comprenderse a partir de tres grandes momentos: lo que sucede en la realidad, lo que el artista siente y lo que interpretamos.