Traigo una sombra pegada a los pies, tan mía como la sonrisa entre mis labios y tan mía como los puños cerrados que cuelgan a mi lado. Esa sombra que me recuerda que existo, y que da luz a la sombra que siempre me acompaña.
Sería imposible imaginarme sin mi sombra, esa compañía constante que replica cada uno de mis movimientos. Ese espejo oscuro que imita cada paso, cada lágrima, cada carcajada copiada al carbón sobre el asfalto‚ a ratos convirtiéndose en el cómplice perfecto de idilios y aventuras, y a su vez, en un juez de mis errores y torpezas, pero al final siempre ahí. Siempre a mis pies.
¿Has pensado en tu propia sombra? Tal vez has volteado a verla mientras lees estas palabras en este muro ¿Te has dado cuenta? Salúdala. Reconócela como tu eterna compañía y permite que sea tu maestría en los éxitos y fracasos. No cedas nunca al repetir los errores del pasado, busca siempre darle el mejor ángulo ante la luz, juega con ella como cuando éramos niños haciendo animales frente a la pared.
Dale espacio a tu sombra y a la huella de quien eres. El recordatorio eterno de que estés frente a la luz de la sombra brillante que te hará compañía a donde quiera que vayas. Deja que el triunfo de tener una sombra, te recuerde que estás de pie.
Disfruta de la oscuridad y la luz que habita dentro de ti.