LA PIEL DEL ESPÍRITU, una exposición en el Museo del Tequila y el Mezcal MUTEM.
El espíritu humano está expuesto a los requerimientos más sorprendentes. Constantemente se da miedo a sí mismo. Sus movimiento eróticos le aterrorizan. La santa, llena de pavor, aparta la vista del voluptuoso: ignora la unidad que existe entre las pasiones de éste y las suyas. Ignora que el punto de partida y de reencuentro entre ellos es el mismo: el cuerpo.
Hay en ambos casos sinceridad. La sinceridad de quien ignora y la de quien toma el camino del saber atisbos encontrando de verdad que son como resplandores, pequeñas fulguraciones, estrellas fugaces en la noche oscura del alma.
María Santamaría opta por tomar el camino hacia el saber, aunque este sea imposible de alcanzar. Fascinada por la dimensión psicológica del humano pretende mostrar los sentimientos interiores colocándolos en el exterior.
De una manera no literal, nos deja ver dolores, emociones, lealtades y traiciones hacia nosotros mismos: detrás de un tejido de flores, en apariencia tradicionales, yace un estado de vacío, la ausencia de un algo, el comienzo de una búsqueda, el umbral hacia el reconocimiento. Porque sólo aquellos que se permiten la soledad, el aislamiento, y la disección de cada miembro del cuerpo y lo que este representa pueden conocerse, ser sinceros consigo mismos para de este modo permitir al otro una posibilidad de convergencia.
La artista logra dominar aquello que le es causa de terror, y a la vez nos muestra su fascinación por eso que descubre en el camino. Descontextualiza el sentimiento sacándolo del yo y lo hace objeto para así crear debate sobre la presión que la sociedad ejerce sobre todos nosotros y nuestra sinceridad hacia ella, para mirar de frente nuestras debilidades y también nuestras fortalezas.